INICIO :: En el vértice :: El miedo a no ser suficiente
Desde que éramos muy pequeños nos han hablado sobre la importancia de vivir en grupo, en el socium. Nos enseñan la importancia de ser un buen integrante de esta sociedad, de aportar para el bien común y de recibir lo merecido. Esto último en ciertas sociedades es “la paga” y en otras es “lo que necesita el individuo”. Yo crecí en la segunda, en el comunismo de Europa del Este y ahora estoy viviendo la realidad del primero, “el capitalismo sano y verdadero”. Por tanto conozco los dos lados de la misma moneda.
¿Y sabes qué? No son tan diferentes estos dos lados. Ambos tienen mecanismos de control para que los integrantes, es decir – nosotros, aporten y no se desvíen de la idea de la obligación y el bien común.
En ambos existe el mismo mecanismo, solo empleado de una forma un tanto diferente. Este mecanismo es el miedo.
El miedo de no perder(se), el miedo de no dar la talla, el miedo del rechazo… siempre trata de miedo de algo.
El propio poder se basa en el miedo. El miedo por si mismo es la falta o la insuficiencia de algo. Y si en el mundo oriental es la pérdida de estatus o privilegios, en el occidental es perder propiedad, nivel en la jerarquía, perder dinero.
Es triste que tras unos más o menos 10 000 años de sociedad no hemos avanzado más allá del miedo; diferentes religiones y sectas nos hablan del amor y el equilibrio, pero no estamos más cerca a ello que nuestros antepasados de la Edad Media.
Volvamos al presente. ¿Cómo le afecta este miedo a una persona emprendedora?
Hay un dicho, que la gente emprendedora no se hace, nace. Este es el caso de la gran mayoría de aquellas almas que se han volcado en la ruta más solitaria del mundo, yo incluida. Son muy pocos de estas personas que provienen de familias emprendedoras. Lo contrario, la mayoría viene por obligación: no les gusta la vida del empleado que depende de su empresa de comer y de vivir y quieren conseguir algo por su propia cuenta. Sus padres con frecuencia no han sabido o no han visto la necesidad de enseñarles emprender.
Hay otros que simplemente no quieren obedecer a las reglas de la sociedad y buscan sus caminos. Estos con frecuencia tampoco tienen las raíces ni la base desde cual partir.
Y por último, hay un tercer grupo, que hereda las empresas de sus padres emprendedores. Estos ya no son emprendedores, son empresarios. Aunque este artículo no es para ellos, no olvidamos que estas personas también viven con sus propios miedos y tienen sus demonios que se ciernen sobre ellas.
Otro dicho asegura, que el miedo vive sólo en nuestra cabeza. Somos nosotros mismos que producimos los episodios de nuestro propio malestar.
El manifiesto más claro de este miedo es la duda silenciosa se instala en tu mente: «¿Realmente soy suficiente para esto?». Sí lo dejes quedarse allí, poco a poco te verás acondicionado en temores y en posibilidades horribles e inexistentes.
En una sociedad desarrollada como la española, de este miedo no se habla con frecuencia. Se menciona de vez en cuando al psicólogo con quien tratas o a tu mejor amiga cuando habéis tomado un par de copas de vino charlando sobre la vida.
La respuesta del “y por qué no se habla” es simple. Se trata de los miedos ocultos, de los complejos de la persona. “Tus debes de ocultar tus debilidades, en caso contrario los demás se aprovecharán de ti”. A mi me lo han repetido con frecuencia.
Se entiende que ocultar tus miedos te hace fuerte. “¡No hables de ello!” Tú por tanto no hablas, pero eso en vez de hacerte fuerte, te hace frágil. Y esta fragilidad es muy peligrosa cuando se trata de emprendimiento. No importa si estás empezando o si ya llevas tiempo, el miedo a no ser lo suficientemente bueno sigue acechando.
Lo veo como un error fundamental pues es exactamente en el emprendimiento cuando debes de tener la solidez de una roca y la flexibilidad de un junco. ¿Cómo lo llevarás a cabo si en la realidad te estás rompiendo por dentro?
Como vivimos en un mundo donde la información vuela más rápidamente que la luz, andamos bien informados todo el tiempo. En realidad estamos sobreinformados y mal informados.
El interés del ser humano de auto compararse con todo que vea en su camino nos pone en el mal chiste de buscar donde no debemos. Así vemos cosas que no son comparables, pero nosotros insistimos en ello.
Las redes sociales nos muestran los éxitos de los demás – logros y esfuerzos a veces dudosos, pero que aceptamos como pura verdad y nos sentimos inferiores. Lo que no vemos es el esfuerzo, las caídas y las dudas que esa persona también enfrentó. Solo vemos la punta del iceberg.
Hoy en día esta parece la ruta más corta para alimentar el miedo interno. Y con frecuencia es la que preferimos para no tener que llevar responsabilidad de nuestras acciones. El victimismo es otra manifestación del miedo, pero hoy no está en el punto de vista de este artículo.
Ya conoces la receta más rápida: menos cócteles de redes sociales, más tiempo de trabajo interno y preparación te ayudarán a matizar una buena parte de tus miedos.
Si la dejo que expanda, esta voz de la duda acabará paralizándome. Este es el listado de pasos que me preparé hace tiempo y que sigo empleando en mis propias luchas diarias contra el miedo:
Ser honesta conmigo misma y reconocer que es lo que quiero.
¿Tengo miedo de ello? ¿De qué exactamente tengo miedo? Este reconocimiento será el primer paso para combatirlo. No se trata de eliminar el miedo, sino de reconocer que está ahí. Todos lo sentimos en algún momento, incluso las personas que admiras. Lo importante es no dejar que tome el control.
Saber qué es lo que quiero me ayuda a poder identificar estos puntos dónde reside la duda que luego se convertirá en miedo. Por tanto, conocerme a mi misma es la clave en esta lucha.
Celebrar los pequeños logros.
Suena como salido del gabinete de un psicólogo del barrio. Sorpresa, eso funciona. Necesitas de vez en cuando desapretar este hilo que te mueve. No se debe de hacer a diario pues al final te relajas y pierdes la meta de la vista. Sin embargo los logros merecen recompensa. Desde una chocolatina, a aquellos zapatos nuevos o pedir una agenda personalizada con tu foto y tu nombre – todo cuenta, si lo ves como un premio.
Dejar de compararte.
Este punto es bastante difícil, te costará más. Lo habrás logrado sólo cuando entiendas que no hay otro u otra como tu. Incluso tu hermano que habrá crecido en la misma situación como tu, es otra persona con peculiaridades muy diferentes que las tuyas. Sus dificultades no son las tuyas. Tus sueños son diferentes. Tus pesadillas, también.
Aprender de no comparar es tan valioso como el arte de no soñar mientras duermas de cual habla Don Juan de Carlos Castaneda. Aprende ambas cosas y ya tendrás muchas luchas de tu camino emprendedor ya ganadas, incluso antes de haber empezado este camino.
Rodéate de personas que te apoyen.
Este es otro tema cuya facilidad engaña. No porque eres una persona tan rara que nadie te apoye. Al contrario, encontrarás muchas mentes con tus inquietudes. La dificultad viene con el tiempo. Las personas son afines en ciertos momentos de su camino. Luego encuentran otros desafíos y se alejan.
Tienes que entender que es un proceso natural y dejarles irse de tu vida en el momento cuando esto suceda.
Luego vienen las siguientes luchas y las otras mentes inquietas que están atravesando este mismo desafío que tú en este mismo momento. Son tus nuevos aliados.
Acepta que no tienes que tener todas las respuestas.
Ni debes de tenerlas. Las circunstancias en tu vida están cambiando constantemente. No podrías ni tu, ni nadie con la cantidad de información que conlleva este cambio. Déjate relajado, aprende lo que puedes hoy sin reprocharte sobre mañana.
Aprende andando, el proceso está en el camino no en la meta misma.
Cuando tenía 18 años y registré mi primera empresa, el entusiasmo me sobraba. Creía saber todas las respuestas – eso viene por la edad. Tras los primeros meses ya no estaba tan segura de ello. Ya tenía la duda.
¿Tenía realmente lo necesario para llevar un negocio?
Obviamente, no lo tenía. ¿Y sabes qué? Fracasé.
Pero de ese fracaso surgió la primera importante lección en mi vida de emprendedora: no se trata de ser perfecto, se trata de ser persistente. Con cada paso que di, aprendí más sobre mí misma y sobre lo que soy capaz de hacer.
Nadie nos quiere hablar sobre cómo manejar el miedo, por tanto tenemos que arreglarnos cómo podamos. Las inseguridades, las dudas, la timidez antes de los desafíos son naturales.
En tu vida de emprendedor/a este es el primer paso importante que tienes que dar: conocerte a ti mismo/a y responder honestamente a la pregunta ¿Qué quiero yo?
No es la pregunta definitiva, se modificará constantemente, especialmente si eres una persona más emocional, puedes llegar a cambiar de deseo varias veces al día.
Cada vez que vez que algo ha cambiado, vuelve a preguntarte. Es la clave para todas tus otras acciones, es la clave para poder combatir tus miedos y convertirte en un/a emprendedor/a con éxito.
Siempre empieza con ti mismo/a, tu eres el origen de todo que sucede en tu vida.
«¿Has sentido ese miedo alguna vez? Cuéntame cómo lo enfrentas tú. Si te ha resonado este tema, comparte el artículo para que otros también sepan que no están solos en esta lucha.»
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